martes, 12 de mayo de 2009

Una jota para un vals

No les digo por donde saqué a la abuelita porque seguro que no reeditarán el cuento. Acostumbrado a verla sentada dulcemente con sus gafas en su mecedora, haciendo croché. Cuando aquel día de boda estábamos todos pendientes de los novios, mientras ella brindaba con anís ahogado en agua por la felicidad de su nieta. No había pasado media hora cuando animada por la euforia del alcohol, se lanzó a la pista de baile para bailar una jota. Empeñada seguía brincando mientras sonaba música de balada. A pesar de todo fue en éxito porque todos rieron contagiándose de la alegría de la abuelita. Yo sin pensarlo grité:
-¡Éramos poco y parió la abuela!

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