miércoles, 20 de mayo de 2009

Apoyada en el pollete de la ventana
me seguía con la mirada.
Sus ojos eran estrellas
y su sonrrisa mi alegría.
Flores tenía en el ventanal
que envidiaban su belleza,
pues sin ser rosa ni clavel
era la flor mas hermosa.
(M.Cas)

martes, 19 de mayo de 2009

Maquillando a la muerte

Entonces reconocí la mirada de la fotografía. Aquel caso me tenía perturbado, llevábamos ocho cuerpos hallados con el mismo patrón de ensañamiento. Aunque en este último había dejado esa foto que no dejaba descansar mi mente. Unos aterrados ojos verdes que llevaba examinando semanas hasta que hallé un reflejo en ellos que me intrigó. Pude deducir que era el destello de un flash y detrás de él, una casi inapreciable silueta.
-¡Si!- exclamé-¿cómo no vi antes esa imagen?
Salí corriendo al depósito de cadáveres y allí estaba el tanatopráctico inmortalizando la mirada de su moribunda víctima número nueve. (M. Cas)

El lobo feroz

Entonces reconocí la mirada de la fotografía que tantas veces me hizo sentir extraño. Ahora la tenía frente a mí mientras leía entusiasmada un cuento. Ella que había sido protagonista y ahora quedaba renegada a leer su propia historia. Todavía puedo escuchar el sonido de su voz que en halagos me envolvía cuando quería algo y con sus manos acariciaba mi pelaje. Su risa agradable y traicionera me rompió el corazón. El olvido feroz era más salvaje que yo mismo en ese cuento. Pero la tenía viva en mi corazón a pesar de que había muerto. Cuando noté que tenía frío y le acerqué su caperucita roja.

martes, 12 de mayo de 2009

La estrella de la casa

Lo mejor sería ir a por el destornillador de estrella me decía mi madre subida en la escalera. Yo entusiasmada iba a la caja de herramientas en su busca; era como ir a un supermercado de cacharros. Remoloneaba moviéndolo todo; tocando aquellas pinzas de las cejas que ahora sé que son unas tenazas; ordenando lo que para mi eran agujas y son clavos… cuando para mí habían pasado solamente segundos, oía a mi madre gritar mi nombre y diciéndome si tenía que bajarse ella a buscarlo. Pero sobretodo, lo que más me alucinaba, era pensar que yo quería ser como ella de mayor; una enfermera de la casa. (M. Cas)

La caja de herramientas

Lo mejor sería ir a por el destornillador me dije mientras pensaba que por enésima vez, estaba yo colgando el cuadro cansada de oír “mañana lo hago cariño que eso no cuesta nada”. Eso sí, cuando diesen las siete y escuchase el girar de la llave en la puerta, también me tocaría el sermón de rigor:
-Pero mujer, mira que tienes poca paciencia, te dije que lo haría hoy. Además, en el taco tienes que poner una alcayata no un tornillo. ¿Dejaste las herramientas como la última vez?
-¡Claro! y te he ordenado los cables por colores.
-Sí, ya me fijé, saltaron los plomos.

La capa mágica

Luego se fue corriendo ocultando su cuerpo con la capa que cogió del baúl. Al salir en la noche se encontró con un mendigo que le suplicó unas monedas y buscando en su capa para zafarse de él, tropezó con una bolsa llena de dinero que le dio sin dudar. Caminó hacia el bosque donde una familia buscaba algo para hacer una hoguera. Deseando ayudarles y sin saber como, de su mano salió una bola de fuego hacia la leña. Entonces comprendió que aquella capa era mágica cuando escuchó una voz que la despertaba, era su madre. Antes pidió un deseo “que fuese fiesta”.
(M. Cas)

Un anillo sin usar

Luego se fue corriendo. Por el camino iba abotonándose la camisa, ajustando su corbata y abrochando su chaqueta. Presurosamente llegó hasta la iglesia a la hora convenida y extrañado, vio que no había nadie. Fue a buscar al párroco a la sacristía y le preguntó:
-¿Qué ha pasado con la celebración donde yo era el novio?
-Sí, le recuerdo. Me avisó su novia que era posible que se despistara. ¡La boda era el domingo pasado!- contestó el párroco
-¡Es la décima vez que me pasa! Padre, ¿no le quedará algún santo al que yo pueda vestir?
-No, seguro que lo vestiría del revés.

Un roto para un descosio

-¿No le regalarías también el collar?

-Sí. ¡Calla que puede escucharte!

-Era una joya familiar que fue de mi madre y antes de mi abuela ¿Cómo has podido…?

-Quise impresionarla y que supiera que la quiero. No te apures tanto que me ha prometido que lo guardaría para nuestra hija.

-¡Hay! Si ella supiera que el collar esta echo de guisantes pintados… Elena que escuchó tras la puerta contempló la joya asombrada y salió como una leona.

-Toma tu baratija y devuélveme mi promesa, hemos terminado- dijo mientras se marchaba.

-Pero si son perlas auténticas

-Hijo, te acabo de librar de una pelandusca (M. Cas)

Ojos de gata

-¿No le regalarías también el collar?
- Sí y el conjunto de cuero también. Estoy cansada de ser tu gatita de película.
-Pero si estás tan sexy. Además, hoy te he comprado un accesorio; esas lentillas de ojos de felina que hacía tanto que buscaba.
-Creo que fue un error aunque seguro que llegan acompañadas…
El resto lo enmarcó en un cuadro para que él lo comprendiera. Lo único que quería ella, era que le regalara una rosa y le diera un beso cada mañana. Al día siguiente, los vecinos se quejaban de que les habían robado todas sus rosas y ella sonreía, al ver sus jarrones.

Paseando mi perra

¿Dónde está el perro? dijo ella asomando su mano desnuda y silbando, él acudió lamiéndola. Al poco salió con el rabo entre las patas buscando mis mimos. Mientras, ella asomó su pierna por el bastidor del baño, adornada con unas medias negras de rejilla. Dio una palmada y la música comenzó a sonar al tiempo que la luz se suavizó. Insinuantemente fue mostrando sus curvas, cuando vi que el collar adornaba su cuello y que la cadena se balanceaba provocándome sujetarla. Todo parecía un sueño. Cuando el perro ladrando nos hizo ver que teníamos que devolvérselo, pues creía que ya no le queríamos. (M. Cas)

Morgan

-¿Dónde está el perro? ¿Ya lo has devuelto? -Mamá se queda conmigo. Han pasado tres años y no lo vendrán a buscar ya. -Pues no decías que estaba temporalmente. Además, ya tienes una ¿Para qué quieres otro? -¡Me sorprende oírte decir esto! ¿Me devolverías ahora a mí? -¡Pues claro que no! Con lo que me ha costado sacarte adelante- y nos echábamos a reír. Esta conversación, que empezaba a ser idiota, sucedía cada domingo después de comer cuando tenía que irme por la obligación de salir de paseo con ellos. Además, siempre acababa igual. -Mamá, el perro se llama Morgan.

Desayuno para dos

Cerré la puerta despacio, sin hacer ruido mientras mis compañeros cómplicemente entretenían al profesor. Anduve por el pasillo sigiloso eludiendo los relucientes cristales de las puertas hasta llegar al recreo. Jamás hice algo parecido si no me hubiesen obligado. Hugo enfadado me esperaba en el patio exigiéndome, como siempre, su desayuno que de un tirón me lo arrebató. Presentí que alguien se acerba, volví la cara y vi a Lucía. Al ver lo que sucedía, decidida se lanzó contra él. Hugo la agredió sin respeto. Ni mi comida, ni mis miedos me importaron y sin pensarlo, me enfrenté a él. Desde entonces desayuno con ella. (M. Cas)

A las puertas del cielo

Cerré la puerta despacio, sin hacer ruido. No quería que me oyese Lucifer, pero después de dos horas en el infierno, quería ir al cielo a probar. Cerca de las puertas divinas divisé a Pedro, mi sorpresa fue que era Almodóvar y con una sonrisa sarcástica me preguntó si huía de Al Pacino. Mientras dudaba si me dejaba paso, llegó el arcángel Gabriel contando que el demonio comenzaba una nueva batalla. Abrí los ojos como un búho pues era Christopher Walken acompañado por mi ángel favorito Nicolas Cage. Viendo el lío formado, cogí del brazo a Brad Pitt y le pedí que me devolviese a la vida.

Afinidad

Cerré la puerta sin hacer ruido y fui a acostar a los niños. Tras contarles el cuento de la ratita presumida cayeron rendidos. Cuando bajé de nuevo y vi que estaba entusiasmado con lo que escribía. A veces pensé que me engañaba entre aquellos relatos. Al oírme pasar se giró, y me miró de arriba abajo como si quisiera revivir lo que después leería dijo.
-Tengo algo para ti. Me senté junto él mientras me leía. Todo aquello me trasportó a la noche anterior y me sentí muy querida. Al poco nos fuimos a la cama, sabiendo que sería su musa de nuevo que me sumergiría en sus fantasías. (M. Cas)

Incondicional

Cerré la puerta sin hacer ruido y fui a acostar a los niños. Regresé a la habitación donde estaba mi mujer, a oscuras. La desfiguración de su cuerpo y su debilidad, habían mermado su belleza. Al abrir la puerta, con la luz tenue que reflejaba el pasillo, vi como se arreglaba.

- ¿Te sigo atrayendo?

- Para mí siempre serás la más bella, amor- contesté mientras me desnudaba

- Abrázame, lo necesito- dijo ella como si intuyera el final de su propio mal.

-Tranquila, mañana es la última sesión de quimioterapia. Te amo.

Y la ternura de ese momento nos fundió en el sueño. Al despertar, ella había comenzado su último viaje.

Mi musa

Nos revolvía el pelo con cara de contento cuando no bebía, era como si le diera pena. Bromeaba y jugaba con nosotros, y yo hacía como que no pasaba nada. Me gustaba dibujar pero a él mis dibujos no le gustaban, decía que sólo pintaba tristeza. Quería cambiar la sensación de ellos, pero la musa que yo pintaba nunca estaba alegre. Después de terminarlos hacía una bola y los lanzaba muy lejos, como si de esa manera pudiera echar el mal. Cuando llegaba la noche y estábamos juntos veía a mi madre sonriente, entre aquellos moratones que pinté tantas veces, hasta... que él regresaba.(M.Cas)

Fidelidad

Nos revolvía el pelo con cara de contento, eso sí, nunca era un paseo igual. A veces se retrasaba por las mañanas pues sus noches eran muy largas; otras porque llegaba más tarde debido al trabajo y otras, porque simplemente se entretenía haciendo alguna tarea. Nosotros lo esperábamos ansiosos por salir y disfrutar de su compañía, dando saltos e incluso llegaba a recibir algún empujón. Una vez en la calle corríamos por llegar al campo estirándole con toda nuestra fuerza. Y siempre antes de soltar las correas enganchadas a nuestro collar nos lo revolvía. Esa era su manera de decirnos lo que nos había echado de menos.

Sueño de niños

En la puerta había una gorra negra tirada que parecía una mancha. Desde mi perspectiva y con una piruleta como lupa quise ver lo que era. Al acercarme un poquito más, me absorbió y entonces vi que era un agujero negro. No se los días que viajé por aquel tubo de chocolate cuando desperté en un jardín de flores de piruleta, nubes de algodón y mariposas de gominola. Estaba saltando y bailando cuando lo que parecía un susurro me hizo mirar al sol, deslumbrándome. Cerré los ojos y pude escuchar la voz de mi abuelo diciéndome que había vuelto a quedarme dormida en la misma parte del cuento de Hansel y Gretel. (M. Cas)

Una cena poco dispuesta

En la puerta había una gorra negra. Me descalcé y entre sigilosa rastreando cada estancia; buscándole sin encontrarlo. Cuando bajaba las escaleras escuché que aporreaban la puerta y fui a abrir. Al hacerlo descubrí que la gorra había desaparecido y en su lugar había una cabeza de gallina. Me estremeció y cerré rápidamente. Al poco una ventana chirrió, me fijé intrigada y vi como salía de ella el resto de la gallina ensangrentada, corriendo hasta que cayó fulminada a mis pies. De repente entraba mi abuelo con la gorra puesta
-¿Has visto a la gallina que maté para la cena?
-Se me ha escapado- me dijo

No se qué

La que siempre lucía antes de que los bombardeos acabasen con él. Ya en la instrucción enfatizaba sobre el honor en la batalla, mientras con sus pulmones hinchados nos mostraba las condecoraciones en su casaca. Era curioso que el jamás había estado en una guerra hasta aquel día. Alguna vez me pregunte porque nunca le vi sonreír y aquella triste noche pude saber la respuesta. El sargento para salvar a dos soldados novatos tuvo que perder su mano y sus labios ya que desanillaron una granada por eso era el único barbilampiño de regimiento. Antes de morir tendido en el barro pude ver una sonrisa y como limpiaba sus medallas

Sí, pero no

Salvo quizás, por esa imperceptible gota de sangre seca que traía escondida en la manga de su camisa, no me extrañaron aquellas luces intermitentes que se reflejaban. Desde que era un niño le gustaba investigar con los animalillos, seccionándolos y hurgando en sus entrañas. Lo noté algo nervioso cuando escondía su pañuelo y me pregunté como pudo llegar esa mancha allí. Disimulando, cogió mi mano para decirme que se marchaba urgentemente y me sentí decepcionada. Cuando abrí la puerta, un agente de policía dijo: -Doctor, se cayó su cartera cuando atendía a aquel herido. Le recuerdo que le esperamos Ahora sé que esa gota era una nueva medalla.

Remordimientos

Llevabas muerta cinco días cuando apareciste en la ventana como enmarcada, con la mirada fija y los ojos ensangrentados. La sensación que recorrió mi cuerpo fue de espanto.
-¿Cómo puedes estar aquí si estás muerta?- grité y sacando de mí el escaso valor que me quedaba, me acerqué. Sonrió y vi reptar gusanos de su boca, entonces pregunté asustada:
-¿Qué quieres de mí? ¡Vuelve a tu tumba!
-Hace frío, ábreme- contestó
Cerré los ojos de miedo y al abrirlos ella había desapareció. Ya tranquilizada, recordé que nunca llegue a devolverle su calefactor y pensé en voz alta -Que descanses en paz

La realidad de los sueños

Ninguno terminamos Derecho. Eso no fue impedimento para que cada quinquenio nos siguiésemos reuniendo. Nos unieron nuestras ganas de soñar y de dejar volar nuestra imaginación. Ocupábamos un antiguo caserío abandonado para nuestras reuniones, cercano a la Universidad y allí practicábamos todo lo imaginado; sin prejuicios. Miré el calendario: marzo, mes donde todo florece. Llega el día. Todos juntos otra vez, empezamos a poner sobre la mesa lo que cada uno traíamos: música, cuentos, poemas, delirios y divagaciones, antifaces, esposas, alguna corbata y disfraz, velas, aceites, lo que parecía un columpio… y algo de comer. ¿Sueñas tú?

¿Se oposita para Presidente?

“Si no tuvo usted infancia, oposite para registrador”. Aquellas palabras fueron decisivas. Salí de clase, sólo teníamos un día a la semana, dispuesto a sabérmelo todo para la siguiente. Busqué toda la información sobre cajas registradoras; marca, modelo, electrónicas, táctiles, alfanuméricas, térmicas, matriciales… Llegó mi día esperado. Entré sonriente y le dije: -Pregunte usted lo que quiera -¿Qué ha aprendido esta semana?- preguntó con ironía Como si de un discurso se tratase con una verborrea inacabable, empecé a relatar lo que había memorizado. Poco más de cuatro palabras bastaron para que la profesora saliese balbuceando: -Como no le dije que se presentara a Presidente del Gobierno.

La muela del dragón

No consigo recordar qué es un "hada" respondí al guardián de la ciudad de fantasía. Dejándonos pasar, monté al lomo del afligido caballo que encontré perdido, dirigiéndonos al lago del deseo. Al llegar deseé saber como aliviar al caballo y recordar lo olvidado. Las aguas me mostraron la imagen de un dragón que se retorcía de dolor de muelas y entendí que él tendría la respuesta. Hallándolo supe que tenía un hueso clavado en ella. Se lo extraje y al instante aquel animal se transformó en hada. Ella me dijo a su vez, que el hueso era el cuerno del caballo y colocándoselo hallé mis recuerdos.

Alma de niño

No consigo recordar qué es un "hada" pues los años mermaron mis recuerdos. Aun cuando hago esfuerzo con mí lápiz, ondulando sobre el frágil papel lechoso, buscando los trazos que coordinen mi memoria. Presiento que la magia me ha abandonado. Pedí un deseo en silencio esperando ser atendido. Cuando en mi mente vislumbré un recuerdo de mi niñez donde pude ver el reflejo de mi corazón y en él encontré de nuevo la capacidad de creer en la fantasía. De pronto escuché el aleteo de sus alas, el tintineo de su varita mágica y una voz que reconocí dijo:
-Peter, por fin te encuentro.

Chiribitas de vida

No consigo recordar qué es un "hada" ya que mis recuerdos se oscurecen. Intento gritar y no puedo y mi cuerpo inerte abandona mi voluntad. Veo una luz remota que me muestra mi vida y siento desasosiego en mi alma. Sospecho que la magia se me escapa. Entonces visualicé un recuerdo de mi infancia de cuando creía en la fantasía y recordé que aún guardo un deseo sin usar. Empleándolo supe que estaba agonizante. Sentí al poco que surgía de la nada; el sacudir de sus alas, el sonido de su varita mágica, las chiribitas de colores que cubrían mi cuerpo recargándome de magia

Un deseo

No consigo recordar qué es un "hada" pues mi mente se enturbia lentamente. Pruebo a vociferar el nombre de mi madre y las palabras mueren sin sonido. Inanimados mis ojos, fraccionan los planos que un visualizo buscando a alguien que me auxilie. Mi cuerpo inerte me abandona apoderándose de mí el terror. Intento cerrar mis ojos para encontrar la calma y una luz a lo lejos me va enseñando rauda mi vida y siento que mi corazón explotará si nada lo remedia. Y me digo, ahora usaría aquel deseo que nunca supe gastar... todo fue desearlo y tuve la respuesta. Solo espero que la catalepsia sea pasajera.

Recuerdos

No consigo recordar qué es un "hada" aunque de pequeña solían leerme cuentos de fantasía. En mi mente sólo está el recuerdo de la bruja malvada y que luego no podía quedarme dormida pensando en el grano de la nariz y su escoba; todavía me pregunto si pueden volar con ella. Ahora los cuentos por las noches me toca leerlos a mí. La cojo en brazos hasta llegar a su camita, la arropo, usamos la luz de la lamparita y en ese momento, sólo con mirar su carita y como abre los ojos mientras comienzo a leer, lo que sí se qué es un ángel.

Hada o Bruja

No consigo recordar qué es un "hada", ni tampoco qué es una bruja aunque dicen que bien podría parecerse a mi suegra. Cuentan que al alba se viste con su ropa negra, sale a la calle con su escoba y pasa horas relojeando a sus vecinos. Luego se mete en casa, corre las cortinas y empiezan los cánticos mezclados con aullidos y sollozos. Si sale humo por su chimenea, ese día fallece un vecino. Por esto, cuando me despierto empapado en sudor frío sólo retumba en mi mente un dicho, que sí recuerdo muy bien: “fíjate en tu suegra que así será tu mujer de vieja”.

Dulces recuerdos

Mientras me abalanzo sobre ella con alegría nostálgica, regresé al pasado. Al arrullarla casi puede sentir sus latidos y mientras la acariciaba, peinaba sus cabellos. Alguna vez la escuché quejarse cuando la bañaba porque la sumergía mucho tiempo. Cuando la vestía me miraba sabiendo que lo hacía al revés, pero a mi me parecía tan guapa que nada me importaba. Fue mi mejor amiga y compañera. Hoy cuando la vi en el desván después de tantos años, pensé ¿Cómo te pude olvidar en aquel baúl tan polvoriento? La acogí entre mis brazos y jugamos de nuevo como sino hubiese pasado el tiempo.

La habitación rosa

Mientras me abalanzo sobre ella, pienso en esos momentos que sólo en mis sueños de la infancia había recreado. Miro sus ojos y los míos se inundan de felicidad, es algo indescriptible. La ternura que me provoca aquella mirada, me hace pensar que no es posible. Parece ser tan frágil y sentir esa fuerza en mi dedo que coge con su manita, es como sentir que me abraza y me dice ya estoy aquí. Busco la mirada de mi marido para compartir esos instantes únicos y nos besamos -¿Qué haremos con la habitación rosa?- pregunta él -Da igual, él se llamará Daniel- contesta ella

Camaleón

Ahora sólo se alimenta de ricachones, la muy víbora. Desde que renovó su vestuario, después de aquellas operaciones que la dejaron tan parecida a Marta Sánchez, no hubo hombre que se le resistiera. Y menos si va maquillada con esos ojos de gata en celo que hipnotizan. Cuando sale de noche se transforma en una salvaje decoradora sin respetar a ninguna amiga, el sexo es para ella como un volcán que derrama su lava a raudales. Pero al amanecer, regresa a casa y se quita cuanto la hace ser deseada; entonces su vida cambia, consciente que ha de volver a la oficina; él es el jefe de los administrativos.

La marioneta repelente

La serpiente me quedó más gorda de lo previsto, claro que el calcetín que era de mi tio el zampón. Con dos botones pegados como ojos y un trozo de tela roja a modo de lengua viperina creo una serpiente parlante para jugar Al poco llegaron mis dos amigas con sus dos ingeniosas marionetas; un oso de peluche y un león hecho con una fregona. Cuando él dialogo hacia pensar que terminarían comiéndose a mi serpiente. El león fue a morderla, dijo- esta serpiente envenena solo con olerla, Momentos después mí tio entro buscando su calcetín para lavarlo. Avergonzado supe que el juego para mi terminaría en el baño.

La gula de Lola

La serpiente me quedó más gorda de lo previsto, parecía que se había comido un balón. Cuando entraron los enanitos del circo muy preocupados buscando a Tontín. Mirando a Lola la serpiente, no dudaron que se lo había comido. Dormilón propuso sacarle lo que se había comido por la boca, pero Gruñón más severo decidió cortarla. Con un machete se acercó con aquel afán cuando aparecía por la puerta Tontín cantando. Asombrados nos quedamos todos, cuando le pregunté: -Si no estas dentro de la serpiente ¿quién esta? -No sé, yo solo le traía a lo Lola otra sandia. -Respondió -¡No! que la vas a matar Tontín.- Exclamé

La burlona burlada

La serpiente me quedó más gorda de lo previsto aquel día, pues se zampó dos huevos duros mientras estuvo en mi macuto. Al salir del gimnasio me topé con Elena, que caminaba como si no le pesaran sus bellas campanas. Le gustaba presumir delante de mí, haciéndome pasar un mal rato. Se acercó como siempre para avergonzarme, clavándome su mirada en mi entrepierna y viendo mi badajo dilatándose, dijo descarada: -¡huy! Se te saldrá la serpiente Yo para salir de ese trance, abrí mi macuto y dije: -No, mira, está aquí Ella al verla dio un grito y salió en estampida.

La magia de Halloween

La serpiente me quedó más gorda de lo previsto, le dibujé tan grande la cabeza que sin darme cuenta pasó de ser un vulgar reptil a ser un basilosaurus, que en sus fauces devoraba al capitán de la galera; y esta, parecía en proporción una balsa que navegaba en un charco. Pareciéndome horroroso el dibujo, lo tiré a la basura. Mi hermano Daniel, al verlo, pensó que podía ganar el concurso del cartel de Halloween. Días más tarde atónita vi en un muro mi espantoso dibujo. Simultáneamente sonó mi teléfono; era Dani diciéndome que era una artista. Sólo pude balbucear: -Vaya, no era tan grande la cabeza.

La luz de la amistad

Algún día se enterarían de quién era el que movía el espejito. Aquel día jugábamos y como siempre me tocaba hacer de malo. Cuando decidí revelarme y como un príncipe me alce a lomos de la vieja escoba de mí madre, empuñando mi espada de madera para ir al lugar donde guardábamos los tesoros, del cual extraje el espejito del pode. Entonces cerré los ojos con aquel objeto en mi mano y desee con todas mis fuerzas que laura volviera a ser mi amiga. Al abrirlos mis amigos de juego se carcajearon de mí como yo fuera un tonto, pero laura estando allí me miro y me dio su mano.

Una jota para un vals

No les digo por donde saqué a la abuelita porque seguro que no reeditarán el cuento. Acostumbrado a verla sentada dulcemente con sus gafas en su mecedora, haciendo croché. Cuando aquel día de boda estábamos todos pendientes de los novios, mientras ella brindaba con anís ahogado en agua por la felicidad de su nieta. No había pasado media hora cuando animada por la euforia del alcohol, se lanzó a la pista de baile para bailar una jota. Empeñada seguía brincando mientras sonaba música de balada. A pesar de todo fue en éxito porque todos rieron contagiándose de la alegría de la abuelita. Yo sin pensarlo grité:
-¡Éramos poco y parió la abuela!

La indigesta abuelita

No les digo por donde saqué a la abuelita porque seguro que no reeditarán el cuento. Tampoco les contaré con que me limpié los dientes, ni mucho menos con que me peiné ese día. Es cierto que un pino aboné de aquella experiencia y por otro lado, las arrugas de mi pelaje se acentuaron hasta las partes más íntimas, por no decir hasta mis vergüenzas. Y es que en esta vida todo se pega, lo bueno y lo malo. Ya me hubiese gustado ver todas esas reacciones si todo hubiese pasado con la nietecita, entonces seguro que esas partes se me hubiesen alegrado. Pero de ilusiones también se vive y yo sólo soy un licántropo.

La bicicleta de Juan

Algún día se enterarían de quién era el que movía el espejito. Habían descubierto una cueva donde pasarían la tarde jugando. El pequeño Juan siempre era un incordio y lo dejaron en casa malhumorado. Equipados con una linterna se adentraron temerosos en la cueva. Cuando a mitad del camino tropezaron perdiendo su única iluminación. Intentaron buscar la salida sin conseguirlo. Desesperados pensaron lo peor cuando un rayo de luz les indicó el camino. Una vez fuera encontraron un espejito en el suelo, imaginaron que fue lo que reflejó la luz. Por el camino se encontraron a Juan en su bicicleta. Diego al verla, dijo asombrado: -¡Le falta el espejo a su bici!

Un susto de examen

Algún día se enterarían de quién era el que movía el espejito que estaba en la pared del estudio. Reunidas en el internado alrededor de una tabla ouija, Ángela comenzaba el ritual encendiendo unas vleas y le silencio sepulcral se hacía. Nuestro interés era saber las preguntas del examen, creyendo que invocando las almas lo conseguiríamos. Llegó la hora bruja, acogiéndonos algo excitadas, sin saber que iba a ocurrir cuando la tabla cayó al suelo y el espejo comenzó a moverse. Salimos corriendo sin mirar atrás, metiéndonos en la misma habitación. Nunca más nos atrevimos a volver a entrar en aquel estudio y la sesión ouija quedó abierta...

El prisma de cristal

Los niños jugaban a atrapar la luz que traslucían las flores de las macetas que colgaban del balcón del caserío. Luis, sentado en su silla de ruedas, observaba como se divertían.
Laura, su hermana, imaginó lo que estaría sintiendo cuando se le ocurrió una idea y se encaminó a su habitación para recoger un objeto de cristal. Al regresar donde estaba Luis y sin preguntarle, le acercó un tenue rayo de sol en el cual interpuso el prisma de cristal; que al atravesarlo arrojó un haz de luz en sus piernas que se transformó en un arco iris. Alegró su rostro, se miraron y sonrieron juntos.

El árbol