martes, 12 de mayo de 2009

Fidelidad

Nos revolvía el pelo con cara de contento, eso sí, nunca era un paseo igual. A veces se retrasaba por las mañanas pues sus noches eran muy largas; otras porque llegaba más tarde debido al trabajo y otras, porque simplemente se entretenía haciendo alguna tarea. Nosotros lo esperábamos ansiosos por salir y disfrutar de su compañía, dando saltos e incluso llegaba a recibir algún empujón. Una vez en la calle corríamos por llegar al campo estirándole con toda nuestra fuerza. Y siempre antes de soltar las correas enganchadas a nuestro collar nos lo revolvía. Esa era su manera de decirnos lo que nos había echado de menos.

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