En la puerta había una gorra negra. Me descalcé y entre sigilosa rastreando cada estancia; buscándole sin encontrarlo. Cuando bajaba las escaleras escuché que aporreaban la puerta y fui a abrir. Al hacerlo descubrí que la gorra había desaparecido y en su lugar había una cabeza de gallina. Me estremeció y cerré rápidamente. Al poco una ventana chirrió, me fijé intrigada y vi como salía de ella el resto de la gallina ensangrentada, corriendo hasta que cayó fulminada a mis pies. De repente entraba mi abuelo con la gorra puesta
-¿Has visto a la gallina que maté para la cena?
-Se me ha escapado- me dijo
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