martes, 19 de mayo de 2009

El lobo feroz

Entonces reconocí la mirada de la fotografía que tantas veces me hizo sentir extraño. Ahora la tenía frente a mí mientras leía entusiasmada un cuento. Ella que había sido protagonista y ahora quedaba renegada a leer su propia historia. Todavía puedo escuchar el sonido de su voz que en halagos me envolvía cuando quería algo y con sus manos acariciaba mi pelaje. Su risa agradable y traicionera me rompió el corazón. El olvido feroz era más salvaje que yo mismo en ese cuento. Pero la tenía viva en mi corazón a pesar de que había muerto. Cuando noté que tenía frío y le acerqué su caperucita roja.

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