Cerré la puerta sin hacer ruido y fui a acostar a los niños. Tras contarles el cuento de la ratita presumida cayeron rendidos. Cuando bajé de nuevo y vi que estaba entusiasmado con lo que escribía. A veces pensé que me engañaba entre aquellos relatos. Al oírme pasar se giró, y me miró de arriba abajo como si quisiera revivir lo que después leería dijo.
-Tengo algo para ti.
Me senté junto él mientras me leía. Todo aquello me trasportó a la noche anterior y me sentí muy querida. Al poco nos fuimos a la cama, sabiendo que sería su musa de nuevo que me sumergiría en sus fantasías. (M. Cas)
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