martes, 12 de mayo de 2009

La indigesta abuelita

No les digo por donde saqué a la abuelita porque seguro que no reeditarán el cuento. Tampoco les contaré con que me limpié los dientes, ni mucho menos con que me peiné ese día. Es cierto que un pino aboné de aquella experiencia y por otro lado, las arrugas de mi pelaje se acentuaron hasta las partes más íntimas, por no decir hasta mis vergüenzas. Y es que en esta vida todo se pega, lo bueno y lo malo. Ya me hubiese gustado ver todas esas reacciones si todo hubiese pasado con la nietecita, entonces seguro que esas partes se me hubiesen alegrado. Pero de ilusiones también se vive y yo sólo soy un licántropo.

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