
-¿Cómo puedes estar aquí si estás muerta?- grité y sacando de mí el escaso valor que me quedaba, me acerqué. Sonrió y vi reptar gusanos de su boca, entonces pregunté asustada:
-¿Qué quieres de mí? ¡Vuelve a tu tumba!
-Hace frío, ábreme- contestó
Cerré los ojos de miedo y al abrirlos ella había desapareció. Ya tranquilizada, recordé que nunca llegue a devolverle su calefactor y pensé en voz alta
-Que descanses en paz
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