sábado, 28 de noviembre de 2009

Eternamente niños

Para que no se enteren de que me he marchado esperé que se durmieran mis padres y de puntillas me dirigí hacia la salida, sabiendo que mi padre dormía y que mi madre no me delataría.
Había quedado a las doce con mi novio para ir a una fiesta de amigos. Mí madre sabía que nada remediaría mis salidas y hacía oídos sordo conchabando a mi padre. Al regresar, entré con los zapatos en la mano mientras abría la puerta. Al pasar por el salón los encontré sentados esperándome y oí a mi madre que decía:
-¿No comprendes que tu hija ya tiene cuarenta años? (M. Cas)

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