martes, 3 de noviembre de 2009

La asesina de mendigos

El hombre luce una inquietante sonrisa con ojos enrojecidos en cólera y camina ocultándose en los rebordes de los edificios. Bajo la luz de la farola, una chica lo miró como si lo conociera quedando hipnotizada. Suavizando su sonrisa le tendió la mano, que ella cogió mientras miraba sus dos dientes que deformaban su rostro aumentando sus pómulos. Cuando su lengua áspera se movió en su boca, salpicando al pronunciar y dijo:
-Señorita, gracias por interceder por mí en el juicio.
-Tenía que tenerte en la calle para hacer justicia.
Dicho esto sacó algo del bolso y se lo clavó en el cuello.

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