sábado, 28 de noviembre de 2009

Eternamente niños

Para que no se enteren de que me he marchado esperé que se durmieran mis padres y de puntillas me dirigí hacia la salida, sabiendo que mi padre dormía y que mi madre no me delataría.
Había quedado a las doce con mi novio para ir a una fiesta de amigos. Mí madre sabía que nada remediaría mis salidas y hacía oídos sordo conchabando a mi padre. Al regresar, entré con los zapatos en la mano mientras abría la puerta. Al pasar por el salón los encontré sentados esperándome y oí a mi madre que decía:
-¿No comprendes que tu hija ya tiene cuarenta años? (M. Cas)

De puntillas

Para que no se enteren de que me he marchado me quitaré los zapatos y andaré de puntillas, pensaba mientras abría la puerta. Cuando el chirriar de las bisagras delató mi ausencia y la voz de mi madre se escuchó nombrándome en voz alta y frenando mi escapada. Oí la reprimenda por los deberes no cumplidos. Asentía con la cabeza por inercia, mientras mi mente viaja al lugar de mi cita aumentando mi inquietud. Ahora soy yo quien le digo a mi hija, cuando oigo el chirriar, que su cita puede esperar como su padre me espero a mí, pero ella me busca las vueltas imitándome.

Bohemio

Para que no se enteren de que me he marchado no recogí el equipaje. Salí sin rumbo buscando una señal que aliviara mi penuria para regresar y recobrar mis enseres del albergue. Creía que vencería al miedo, sin embargo una semana fuera de casa doblegó mi valentía. Me adentré en el fúnebre parque de las estatuas de los ilustres y el sonido rítmico de las hojas secas al pisarlas me llevó frente a un poeta. Empecé a recitar poemas en voz alta que improvisados me surgían. La gente que pasaba al escucharlos se paraban, depositando una monedas en mi mano. Supe entonces que mi viaje no era huero. (M.Cas)

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Diana

Esta vez

Secretarias para todo

Esta vez no erraré el tiro” oí decir a mi madre por teléfono. Cogió su chaqueta y salió con la única idea de estar presente en la selección de la nueva secretaria de la empresa familiar. Eran más de cinco las que habían pasado en un año; a la última la despidió por usar el mismo tinte que ella. Tras cinco horas que pasé jugando con mi canguro, regresaron juntos mis padres. Mamá sonreía pues había conseguido que fuese un chico el que ocupase el puesto y mi padre, se perdía entre risas en la cocina mientras pagaba a la niñera por los servicios prestados.

martes, 3 de noviembre de 2009

Celos

El hombre luce una inquietante sonrisa que despinta al más valiente al cruzarse con él. Mis piernas flaqueaban mientras mi mente giraba vertiginosamente recordando que le pude haber echo, para que me mirara de esa cara. Ya de frente a mi, alzó su gran mano abierta mostrándome su anillo nupcial, para después sacárselo y con dos dedos casi sin fuerza lo retorció. Bruscamente lo depositó en mi mano y mirándome con lágrimas en los ojos, me dijo en sollozos:
-¿Por qué te metiste a cura? Maldito diablo, si éramos felices.
-¿Sabías que trabajo en el teatro?-respondí con ternura
Y una nueva sonrisa renació en él. (Manuel Cas)

La asesina de mendigos

El hombre luce una inquietante sonrisa con ojos enrojecidos en cólera y camina ocultándose en los rebordes de los edificios. Bajo la luz de la farola, una chica lo miró como si lo conociera quedando hipnotizada. Suavizando su sonrisa le tendió la mano, que ella cogió mientras miraba sus dos dientes que deformaban su rostro aumentando sus pómulos. Cuando su lengua áspera se movió en su boca, salpicando al pronunciar y dijo:
-Señorita, gracias por interceder por mí en el juicio.
-Tenía que tenerte en la calle para hacer justicia.
Dicho esto sacó algo del bolso y se lo clavó en el cuello.

Embarazo de justicia

El hombre luce una inquietante sonrisa, la acompañante una amenazadora mirada mientras esperan los resultados de las pruebas. Él, seguro de sí mismo porque sabía que no era el que fallaba, pues tenía constancia de haber tenido un hijo con otra mujer. Ella no ignoraba el secreto que él tenía y sabía que no era el padre del niño. En ese instante llegó la enfermera del laboratorio y entrega un sobre donde dice que el impotente es él, pero que ella está embarazada.

Es mi hija

El hombre luce una inquietante sonrisa después de haber recibido los análisis que le confirmaban que aquel preso podría ser donante de médula para su hija. Imaginó aquel día cuando recogió los suyos que le decían que no podría donar porque fue toda su vida estéril Cuando le preguntó a su mujer de quién era, avergonzada respondió que durante quince años lo ocultó con pena para no hacerle daño. Gracias a que hay justicia, el violador estaba dispuesto a devolver la salud a su hija y él comprendió a su mujer sin recelos y perdonó al penado donante. (Manuel Cas)