lunes, 4 de enero de 2010

A sus órdenes mi sargento

-Los hombres que a mi me gustan no saben llorar- dijo mi sargento el día que me arrestó.
Estando de maniobras entré en su tienda de campaña y le encontré sin ropa abrazado a sus rodillas y con los ojos enrojecidos. Parecía tener a la serpiente que había en su bota.
-A sus órdenes mi sargento, el teniente le espera- le dije, saludándole.
-Soldado no me mira y no haga ruido. !Llévese mi bota y mátela!
Mientras la recogía se incorporó, entonces supe que no le gustaría ya que al mirarla se me cayeron dos lágrimas e incoscientemente pregunté:
-¿Cómo se puede hacer la guerra con ese cuerpazo? (M. Cas)

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