Además me voy a chivar a mis padres, pensé después de que me dejaran fuera de la fiesta de cumpleaños de Laura. Esa tarde me senté en un banco de la plaza mayor donde una estatua de un tío gordo y calvo me miraba. Mientras me comía un bocadillo de mortadela, me dio la sensación de que me pidió un trocito y me apresuré a comerlo. Cuando todos se marcharon regresé a casa, al ver a mis padres fui a chivarme pero al saber que mis hermanos estaban enfermemos con cólicos causados por el atracón de pasteles, sólo dije “de la que me he librado” (M. Cas)
martes, 26 de enero de 2010
El delator envidioso
Además me voy a chivar a mis padres gritaba Alex rabioso porque no le dejábamos que nos acompañara a los pasadizos de la antigua fábrica de explosivos. A pesar de sus amenazas, lo dejamos en la entrada. Improvisamos una antorcha envolviendo trapos y nos adentramos hasta encontrar lo que un día fue la cocina. Nos asustamos al ver las enormes ratas y no nos extrañó que los gatos temieran entrar allí. En la pared había escritas unas palabras
“yo llegué primero. Alex”.
Nos quedamos mirando y decidimos regresar. En la puerta nos esperaban nuestros padres enfadados y Alex sonriente. Entonces le gritamos
- ¡Chivato¡ tu también has entrado.
domingo, 17 de enero de 2010
Jubilación anticipada
Lamentarán el error del año pasado. No saben aún la información que tengo sobre los productos de la pirotecnia. Me alegro de padecer el síndrome de Diógenes, algún día llega su utilidad. Sospecho que por eso me miran extrañamente cuando por las tardes, mientras el perro se pasea, yo me entretengo tirándole piedras a una charca para ver como caen por el terraplén. Con sesenta años, tirando piedras y pensando lo poco quedaba para que me jubilasen.
Hoy cogemos el mismo vuelo con mi exjefe.
“Bien, acabo de pasar el control del aeropuerto. Ahora esperando a que despeguemos y zas, a volar por los aires”
Laureles de gloria

miércoles, 6 de enero de 2010
¿Llueve?
Llueven aquí lágrimas
de ardientes sentimientos
nacidos de una verdad entre pensamientos.
Mojan los sentidos ocultos
hacen charcos insinuantes
dejan húmedos deseos
que sólo con un húmedo beso se curaría.
En fin, llueve.
Nosotros lo oiremos
mientras el susurro de nuestras voces
nos acoge bien confesados
y a la espera de nuevos pecados para delitarnos.
(M. Cas)
Un rostro conocido
Me acerco y anoto sus nombres al terminar la prueba de teatro mientras se alejaba caminando tuve unos recuerdos enmarañados unidos a una sensación cariñosa pero no alcancé a saber las razones. Al llegar a casa, inconscientemente me fijé en la fotografía de graduación y allí estaba ella junto a mi. Recordé que estuvimos en el mismo colegio y que fuimos cómplices en mil aventuras en las que siempre le gustaba imitar a algún personaje de la televisión. Ahora voy a ser yo su director cuando fue ella quién me transmitió el gusto de la interpretación. Sonriendo pensé “volveremos a jugar juntos de nuevo” (M. Cas)
Que Dios me libre
Me acerco y anoto sus nombres escuchaba que decían cada sábado los porteros del antro. Cuatro gorilas deciden si entras, aunque enseñando cincuenta euros tu nombre aparece en la lista. Cuando cruzas la puerta ves que esta lleno de niños pijos y unas cuantas niñas vestidas para seducir que a veces resultan ser travestis. La camarera anda sobre una tarima para aparentar más altura y cuando da la espalda enseña sus braguitas de encaje y si alguien le tira los tejos saca sus armas de vampira reprimida para incitarles a que sigan… ya me casé, mi nombre sólo aparecerá en lista del seminario.
lunes, 4 de enero de 2010
La pluma de pavo real

-¿Has encontrado alguno así? porque yo también quiero uno- preguntó María
-No, aún no.
-Pues enconteces te quedarás soltero.
-Creo que me conformaré con los que lloran que también tienen sus encantos.
-Tú fuiste para mi ese hombre que has descrito. Pero ahora eres mi mejor amiga que juntas compartimos nuestro hijo y el pan de cada día. (M. Cas)
A sus órdenes mi sargento
-Los hombres que a mi me gustan no saben llorar- dijo mi sargento el día que me arrestó.
Estando de maniobras entré en su tienda de campaña y le encontré sin ropa abrazado a sus rodillas y con los ojos enrojecidos. Parecía tener a la serpiente que había en su bota.
-A sus órdenes mi sargento, el teniente le espera- le dije, saludándole.
-Soldado no me mira y no haga ruido. !Llévese mi bota y mátela!
Mientras la recogía se incorporó, entonces supe que no le gustaría ya que al mirarla se me cayeron dos lágrimas e incoscientemente pregunté:
-¿Cómo se puede hacer la guerra con ese cuerpazo? (M. Cas)
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