lunes, 19 de octubre de 2009

Delicioso engaño

Fresca, brillante, antihistamínica era aquella pócima que me proporcionó mi esposa contra la disfunción eréctil. Para experimentar fui hasta el acuario donde dos pirañas se miraban deseosas de devorarse y diluí unas gotas en el agua. Días más tarde mi mujer me avisó de que los peces tenían pintitas moradas pero que habían depositado algunos huevos nacarados y me anime a tomar la medicina. Jamás había experimentado una noche tan intensa a pesar de amanecer con manchas. Todo parecía perfecto hasta que vi a mi mujer recoger los huevos para recolocarlos en su collar. Mirando en mis calzones, dije:
- que delicioso engaño. (M. Cas)

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