Fresca, brillante, antihistamínica era aquella pócima que me proporcionó mi esposa contra la disfunción eréctil. Para experimentar fui hasta el acuario donde dos pirañas se miraban deseosas de devorarse y diluí unas gotas en el agua. Días más tarde mi mujer me avisó de que los peces tenían pintitas moradas pero que habían depositado algunos huevos nacarados y me anime a tomar la medicina. Jamás había experimentado una noche tan intensa a pesar de amanecer con manchas. Todo parecía perfecto hasta que vi a mi mujer recoger los huevos para recolocarlos en su collar. Mirando en mis calzones, dije:
- que delicioso engaño. (M. Cas)
No hay comentarios:
Publicar un comentario