miércoles, 9 de noviembre de 2011

Un trepa en el infierno

Y nada más existió hasta el próximo tren, excepto las tinieblas que se expandían tragándose la luz. El siguiente tren volvería pasar cuando las almas malditas estuvieran preparadas. Almas que recolectaba el jefe de estación, negociadas a cambio de ambiciones para sus vidas. La mía quedó aquí sin destino porque le facilité algunas de sus victimas. Todas ellas fueron mis jefes y todas incumplieron algún mandamiento. Con sus muertes logre ocupar sus puestos. Hasta que mi secretaria cambio el café envenenado que había preparado para él presidente enviándome a esta penumbra. Mi próxima meta será, usurpar al Führer su cargo de jefe de estación.

M. Cas.

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