Todo el mundo sabía que era una mujer bala y cuando disparaba era arrolladora, ingenua y única, manejando a todo hombre para realizar sus deseos. En cambio, siempre guardaba en la recámara un disparo certero al corazón, siempre supo donde estaba mi diana. Así me tiene, clavado a la espera de otra inquietud suya, que espero que sea para decirme que sí a lo que le pregunté: “¿quieres ser mi esposa?”
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