Por fin quietas quedaron las agujas del reloj marcando las doce y cinco y el tictac que excitaban las oscilaciones del péndulo, que extrañamente quedo en un extremo inerte. Quise gritar pero no me salio la voz. De repente cesó el dolor de mi pecho y mis pensamientos se aglutinaron excesivamente desembocando en un recuerdo, el de mi madre diciéndome la hora de mi nacimiento Siempre quise saber si me recordarían y cual seria mi ultima hora, ahora sé que pertenezco a un espacio determinado en el tiempo el cual no puede ser borrado. Un segundo más tarde todo se ensombreció para siempre.
M Cas
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